Ferenc Puskás
Ferenc Purczeld Bíró, Ferenc Puskás (Budapest, 1927-2006), siempre fue el mejor. El mejor de su pandilla, de su barrio, de su club, de la primera división húngara, de la selección de Hungría… Era un líder nato. Tenía un talento natural que perfeccionó de niño entrenando hasta el extremo sus habilidades técnicas. Ponía el balón con la zurda donde le daba la gana. Su talón de Aquiles fue siempre su condición física ya que tenía tendencia a engordar. Sin embargo, todo lo compensaba con sus goles. Uno de los mejores goleadores de la historia según las estadísticas, sino el mejor. Como siempre decía Puskás a su familia: “No os preocupéis, mientras siga marcando goles, todo irá bien”.
INICIOS EN HUNGRÍA
Puskás debutó en Primera División en plena Segunda Guerra Mundial: el día que alcanzó la fama en su país en el campo del Ferencvaros ante 12000 espectadores, paracaidistas alemanes anticipaban la invasión alemana. Jugaba en el Kispest, tenía solo 17 años y llevaba 18 partidos en Primera División habiendo marcado 7 goles.
Soportó como un civil más el brutal cerco a Budapest, que enfrentó al ejército rojo y a los nazis húngaros de la Cruz Flechada; vivió el ascenso del sistema comunista en su país, convirtiéndose él mismo en un arma de propaganda de la Guerra Fría; padeció en primera persona la Revolución húngara de 1956 y tuvo que exiliarse al otro lado del Telón de Acero; se le prohibió jugar al fútbol y renació en el Real Madrid de una España franquista que luchaba por salir del aislacionismo. Una vida digna de una película.
Puskás también fue uno de los pilares de la gran selección húngara de inicios de los 50. Es muy difícil de entender hoy en día la diferencia abismal que existía entonces entre aquella Hungría de los 50 y el resto de equipos del planeta.
En 1953, durante un partido de fútbol para la historia, el 3-6 del Inglaterra-Hungría en Wembley, bautizaron como “drag-back” el regate que Ferenc Puskas le hizo al defensa Billy Wright en una esquina del área antes de fusilar al portero: espera la llegada del defensa, pisa la pelota, la adelanta un poco y la recoge bajo su suela para dejar a Wright tirado por los suelos.
Vídeo Gol de Puskás en Wembley
Una selección que era la clara favorita para ganar el Mundial del 54 pero acaba perdiendo con Alemania 3-2. Hay que pensar que la Alemania actual ha ganado cuatro mundiales, es una súper potencia, pero en el 54 era claramente inferior a Hungría. El Equipo de Oro, como se les llamaba entonces a Puskás y compañía (Grosics, Lorant, Bozsik, Budai, Kocsis, Czibor, Hidegkuti…) no había perdido ni un solo partido en cuatro años. Llevaban mucho tiempo jugando juntos en un equipo como el Honved y su última derrota había sido contra el Athletic de Bilbao (3-2). Humillaba a sus rivales con un fútbol revolucionario adelantado a su tiempo. Pero tuvieron un mal día y pésima suerte en el peor momento posible: el día de la gran final. Puskás jugó medio lesionado, llovió mucho y el campo se embarró. Los postes cuadrados de la época del estadio Wankdorf de Berna (los mismos que perjudicarían siete años después al Barça de Kocsis y Kubala) escupieron balones que iban dentro, les anularon un gol muy dudoso por fuera de juego en el último minuto… Fue una derrota que jamás consiguieron olvidar. Hungría, que hasta entonces había sido una de las mejores selecciones de los Mundiales, no volvió a levantar cabeza.
Aquella derrota sumió literalmente a Hungría en la peor de las depresiones. De ese clima deriva la posterior revolución del 56, momento clave para el futuro de Puskás y que acabará con su llegada al Real Madrid.
Cuando comienza la revolución en Hungría en 1956, Puskás se encuentra a unos 70 km. de Budapest, en unos campos de entrenamiento que la federación magiar tenía para la selección. Las noticias que llegaban desde la capital eran muy confusas. Saqueos, disturbios, manifestaciones, represión por parte del ejército ruso… Había toque de queda por las noches y, por la mañana, aparecían agentes de la policía secreta, colgando de las farolas. La gente se tomaba la justicia por su mano, era muy peligroso salir a la calle a por comida. Se llega a publicar esos días una crónica en la que se informa de que Puskás ha muerto combatiendo en las barricadas de Budapest, una noticia que se destapa como falsa días más tarde.
Ante esta situación mucha gente escapa del país. Toda la plantilla del Honved cruza la frontera húngara hacia Viena de madrugada el 1 de noviembre de 1956. El equipo realiza una gira que les trae a Madrid para jugar el tradicional partido de la prensa. El 29 de noviembre de 1956 un combinado del Real Madrid y del Atlético se enfrenta al Honved, en el que su capitán Puskás por fin se puede establecer contacto con su mujer y su hija que han podido huir a Viena. Los asistentes al partido comparan al equipo con el San Lorenzo de Almagro y se asombran de ver sacar al portero con la mano hacia los laterales en vez de dar el típico voleón al sacar de puerta. El partido acabará 5-5, todo un espectáculo.
Después jugarán algunos partidos más contra el Barcelona y al intentar ir a Brasil, el gobierno húngaro consigue que la FIFA se lo prohíba y ese grandioso equipo se disuelve. Casi todos los miembros del equipo regresarían unos meses después, menos Puskás. Fue sancionado por la UEFA y se le prohibió jugar o entrenarse durante 18 meses. Engordó y se deprimió en su exilio italiano. Tenía 31 años y había engordado casi 20 kilos.
TRAYECTORIA MADRIDISTA
Su llegada al Real Madrid se produce en el verano de 1958, sus compatriotas Kocsis y Czibor lo harán al Barcelona la temporada siguiente. Es un hombre acabado, gordo, oxidado, deprimido, viejo para el fútbol… Lleva casi dos años sin jugar, sancionado; en su país le han declarado desertor del ejército y traidor a la patria. Nadie confía ya en él. Incluso Luis Carniglia, entrenador del Madrid, avisa: “Está gordo, presidente. Muy gordo”. Sin embargo, Bernabéu sí confía en él. En uno de sus primeros entrenamientos hizo lo que diez años antes en su país natal: coloca cinco balones al borde del área y convierte lo que parecían tres disparos fallados al larguero en un pleno de cinco dianas al palo. “El gordito maneja la bola con la izquierda mejor que yo con la mano. Con el bamboche ese nos hartamos a meter goles”, dijo Di Stefano. Es capaz de adelgazar todo ese peso en tres semanas y debuta contra el Sporting de Gijón marcando 3 goles.
Puskás tenía muchas cualidades y una de ellas era su simpatía y carisma. Caía bien a todo el mundo. Incluido a Di Stéfano, lo cual tiene un enorme mérito, ya que don Alfredo tenía fama de ser bastante hosco con los nuevos. Ambos conectaron por alguna extraña razón y surgió la magia. Es Di Stefano quien bautiza a Puskás como Pancho. También se encarga de recordarle dos cosas que no soporta de él: la forma que tiene de protestar a los árbitros y la manera con la que ejecuta los penaltis. El húngaro era conocido por la potencia de su disparo pero solía tirar los penaltis flojito. A Di Stefano ni siquiera le consolaba que los metiese casi todos: los colocaba ajustados, despacio, imposibles para el portero. Respecto a la relación del húngaro con los reglamentos, hay una anécdota en la que Santiago Bernabéu le hizo ir a recibir al equipo del Viena Sports a Barajas con un ramo de flores porque en el partido de ida le había dado un cabezazo a un rival.
Puskás renace y triunfa reinventándose como futbolista y como persona. Pasó de estar casi jubilado a jugar en el mejor equipo del momento y tuvo que adaptarse a los nuevos tiempos, asumiendo a la perfección su rol. Hay una anécdota que lo corrobora. En Hungría, Puskás fue el gran capitán de la selección y de su club y saltaba al campo el primero, con ese peinado engominado hacia atrás que jamás abandonaría. Con el Real Madrid, sin embargo, comenzó a salir el último, sin querer llamar demasiado la atención. La vida le estaba regalando una segunda oportunidad y él no iba a desperdiciarla. Quería aclimatarse rápidamente y por ello, se apresuró a aprender a hablar el castellano leyendo novelas del oeste.
En su primera temporada de blanco, a pesar de no ganar la Liga, se convierte con 21 goles en el segundo máximo goleador, solo por detrás de Di Stéfano (23). El mayor logro de esa temporada es la consecución de la cuarta Copa de Europa formando la delantera más famosa de la historia del futbol español: Kopa, Rial, Di Stéfano, Puskás y Gento. Curiosamente, Puskás se perdió la final por lesión.
La temporada 59-60 ve como la Liga se le escapa al Madrid por el goal-average con el Barcelona. Puskás está totalmente afianzado y logra el primero de sus cuatro pichichis con 25 goles.
Esa misma temporada se disputa un partido por el que será recordado junto con el 3-6 en Wembley con Hungría. Dicho encuentro se celebró el 18 de mayo de 1960 en el Hampden Park de Glasgow y serviría para conseguir la quinta Copa de Europa. En este partido el Real Madrid gana al Eintracht de Frankfurt por 7-3 con cuatro goles de Puskás y tres de Di Stéfano. La prestigiosa BBC lo consideró durante mucho tiempo el mejor partido de la historia y lo emitía como regalo el día de Navidad a sus espectadores.
El colofón a la temporada fue la consecución de la Copa ganando al Atlético de Bilbao (su denominación de la época) por 8-1 en el partido de vuelta (con hat-trick de Puskás), pese haber perdido 3-0 en San Mamés.
La temporada 60-61 supondría el comienzo de una era en la que el Real Madrid ganó cinco ligas de forma consecutiva. Paradójicamente, en esos años no se ganó ni una Copa de Europa. En lo personal Puskas se llevaría su segundo pichichi marcando 28 goles. Sin embargo, esa temporada comenzaría con la conquista de la primera Copa Intercontinental ante Peñarol. Se empató a cero en el partido de ida en Uruguay y en la vuelta el Real Madrid ganaría 5-1 en el Bernabéu con doblete de Puskás.
Al año siguiente Puskás marcaría 20 goles para conseguir otra Liga, aunque el Pichichi se lo llevaría un delantero peruano que había fichado el Barcelona llamado Seminario. También se gana la Copa por 2-1 al Sevilla. Ese año se perdería la final de la Copa de Europa por 5-3 ante el Benfica de un joven Eusebio y a pesar de los tres goles marcados por Puskás.
En la 62-63, se vuelve a ganar la liga con doce puntos de ventaja sobre el segundo clasificado (las victorias valían dos puntos). Puskás es otra vez el máximo goleador con 26 tantos. Esa temporada llega al equipo un joven extremo gallego que va a empezar a hacerle la competencia a las vacas sagradas de la plantilla. Di Stéfano con 35 y Puskás con 34 ven como Amancio comienza a pedir paso con su velocidad, regate y capacidad goleadora (14 goles).
La temporada 63-64 el Real Madrid revalida su título de Liga con Puskás de nuevo como máximo goleador con 21 dianas. Ese año se vuelve a perder la final de la Copa de Europa frente al Inter de Milán de Facchetti, Mazzola o Luis Suárez por 3-1. Sería el detonante para el final de una época en el Real Madrid: Di Stéfano decide marcharse enfadado con Bernabéu que le había ofrecido la secretaría técnica, pero él prefiere marcharse para seguir jugando en el Español.
Vídeo: Puskás, el quinto grande.
ETAPA FINAL
Al año siguiente, Miguel Muñoz trata de cubrir el hueco de Di Stéfano y la decadencia de Puskás. Por Di Stéfano jugaban, según el día, el joven Grosso o Morollón, goleador fichado del Valladolid. A la derecha, Amancio y Félix Ruiz (un interior navarro de largo recorrido que tuvo muy mala suerte con las lesiones), a la izquierda, Puskas y Gento.
El Real Madrid se tiene que enfrentar al Barcelona y Miguel Muñoz se encuentra con la lesión de Félix Ruiz y con que Puskás debía cumplir sanción. Así que tira de un recién llegado de 19 años llamado Pirri y de un producto de la cantera, Serena, e idea una nueva delantera: Serena, Amancio, Grosso, Pirri y Gento. El Madrid vence al Barcelona por 4-1, con 3 goles de Amancio, y Puskas pierde ante el gallego la titularidad. No volverá al equipo hasta cerca del final de la Liga, cuando Amancio caiga lesionado. Es el embrión del Real Madrid “ye-yé” el que se lleva una nueva liga.
En la temporada 65-66 asistimos al último gran partido de Puskás con la camiseta blanca. Será en la eliminatoria de dieciseisavos de final de la Copa de Europa. El Real Madrid gana por 5 a 0 al Feyenoord holandés, con cuatro goles de Pancho.
En una semana, del 1 al 8 de mayo de 1966, el Betis despidió del fútbol a Di Stéfano y Puskas, ambos en el Benito Villamarín. Curiosa coincidencia. Además siete días más tarde también el Betis eliminaría de la Copa al Madrid ye-yé, flamante ganador de la Copa de Europa tres días antes, el 11 de mayo. En ese partido de Copa, no estaban los titulares que se encontraban en Bruselas para disputar la final. Santamaría y Puskás habían pasado a ser suplentes a mitad de temporada y sí disputaron ese partido. El Betis lo ganó por 3-2 y en la vuelta el Madrid no supo darle la vuelta a la eliminatoria. Un equipo que descendía a Segunda división eliminaba al Campeón de Europa. Puskás, con 39 años y una baja forma alarmante, aun formó parte de la plantilla madridista en la temporada 66-67 pero no jugó un solo minuto. El 26 de mayo de 1969 se organizó un homenaje en el Bernabéu donde la afición despidió a “Cañoncito Pum” calurosamente. Luego entrenaría en países tan diferentes como Grecia, Paraguay o Australia.
Puskás desarrolló su carrera en países donde la situación política no era la más idónea. Cuando se desclasificaron los archivos de la policía secreta húngara, se encontró bastante información sobre Puskás. Se conserva una cartulina original con un informe de su expediente militar, escrito a principios de los años 50 y decía así: “No le interesa nada excepto el deporte. Es reservado y nunca opina sobre política. No presta atención a las normas del ejército. Es arrogante y puede llegar a utilizar malos modos con sus superiores”. Puskás fue un niño mimado del sistema socialista, se aprovechó en cierto modo de los pequeños privilegios que le concedieron, pero tras el fracaso del Mundial del 54 se convirtió en un apestado y aquello le marcó. Se desengañó muy pronto de los vaivenes de la política. Luego, en su etapa en España, fue objeto de la propaganda del régimen franquista. Se sintió utilizado a un lado y al otro del Telón de Acero, pero él nunca se dejó domar del todo.
En 1981 por fin puede regresar a Hungría tras 25 años sin pisar suelo magiar. Hay que ponerse en su lugar. Ni siquiera pudo asistir al entierro de su madre o despedirse de Bozsik, su gran amigo y compañero. Lo primero que hizo fue visitar la tumba de su madre. Tenía miedo de que el ídolo de un planeta hubiese sido olvidado por su país y no fue así. Se le recibió como merecía. Es una historia de película, con su final emocionante.
Puskás muere el 17 de noviembre de 2006. La FIFA le hace un gran homenaje y bautiza con su nombre el galardón al mejor gol del año. El Real Madrid instaló un busto suyo en la Ciudad Deportiva de Valdebebas. El estadio donde la selección húngara juga sus partidos lleva su nombre “Ferenc Puskas Stadion”.
Su única regla en la vida fue el «carpe diem»: el fútbol, la amistad, la comida y el goce de vivir. Esta frase suya lo resume a la perfección: “El fútbol me gusta, quizá, más que la vida”. Muy poca gente habló mal de él. Fue un tipo impresionante, en lo personal y en lo futbolístico. Todos los que le conocieron, sonríen al recordarlo. Alguien inolvidable. Simpático, valiente y tierno al mismo tiempo. Una leyenda con mayúsculas. PUSKÁS.
ESTADÍSTICAS Y PALMARÉS CON EL REAL MADRID
262 partidos oficiales
242 goles
3 Copas de Europa
1 Copa Intercontinental
5 Ligas
1 Copa de España
4 Pichichis
85 veces internacional con Hungría
4 veces internacional con España
© José Luis Alises Moreno – La Gran Familia Úbeda